Adictos a la comisaría
¿Ya ven? Lo de Yanacocha se arregló con el diálogo y no a balazos. Hay que destacar la buena voluntad de ambas partes y la mediación precisa del gobierno.
Lo increíble es que los diarios, con excepción de El Comercio, no le hayan dado la primera plana a semejante noticia.
En esto se ve de qué manera el periodismo, en general, se ha vuelto adicto a la comisaría.
O sea que si la TV arma un par de videos a cada cual más discutible, los emergencistas de la redacción se abalanzan sobre el hueso y lo transmutan en notición inapelable.
¿Qué clase de prensa es esta que sigue pegada a las pantallas de la TV, como en los tiempos de Montesinos y su fábrica de primicias lucarianas?
Resulta que un tipo intenta sobornar a una testigo que ya ha demostrado ser implacable en contra de Ollanta Humala. Y el tipo es tan cretino que no sólo se cita en un parque con la otra parte sino que no revisa a su interlocutor o a sus acompañantes en busca de la clásica cámara “de investigación”.
Y no sólo eso: menciona, además, al proveedor de los 20,000 dólares con que intenta sobornar. Resultando, como dicen en la PNP, que el proveedor de los 20,000 dólares es amigazo de Ollanta Humala. ¡Es decir! ¡Mejor lo haría el guionista de Esta sociedad!
Y a ese cocinado de bofe, a esa primicia que sólo puede entusiasmar a los Hume y a su olfato de eterna constipación, le dan un montón de diarios la primera plana. ¿Y Yanacocha, que demuestra que no hay por qué volver a los máuseres?
Nada en primera. Una nota pequeñaja adentro. Como si los cacasenos de turno se decepcionaran de solución tan civilizada y tan incruenta.
Es como en los tiempos del célebre Raúl Villarán, el inventor de la pacotilla periodística. Cuando no había sangre fresca de la que dar cuenta ni cadáveres en las marquesinas del día, Villarán daba la orden:
–¡Saquen un muerto de la refrigeradora!
Y extraían al interfecto del archivo: un homicidio célebre vuelto a contar con todo el chimichurri del buen cronista.
Después está lo de Agustín Mantilla diciendo lo que dice todo tipo como él: que cumplió órdenes, que fue leal pero que no puede dar más detalles. ¿Qué pruebas aporta? Ninguna.
Es la palabra de un hombre despojado del honor público por sus propios actos, pero no importa: lo dice la tele, donde la idiotez compite con el amateurismo.
Y como lo dice la tele, allá van las jaurías hambrientas de sobras a disputarse la misma perdiz de utilería. ¡Si serán brutos, oiga usted! ¿No ven que la noticia era al revés? La noticia hubiera sido que Mantilla no dijera que sólo cumplió órdenes.
Desde el estrangulador de Boston, que acataba órdenes de su esquizofrenia, hasta el almirante Massera, que serruchaba piernas cumpliendo mandatos de Videla, todos los culpables –juicio de Nüremberg dixit– han dicho siempre lo mismo.
Y cuando de robos se trata, hasta el coronelito Manuel Contreras, que dirigía la DINA, ha dicho que sólo hizo lo que hizo obedeciendo a su general Pinochet.
Yanacocha no es noticia. El soborno montadazo, sí. Y la frase cobardona y sin pruebas de Mantilla, también. O sea que el periódico de los lunes lo hace la tele de Forrest Gump.
Lo increíble es que los diarios, con excepción de El Comercio, no le hayan dado la primera plana a semejante noticia.
En esto se ve de qué manera el periodismo, en general, se ha vuelto adicto a la comisaría.
O sea que si la TV arma un par de videos a cada cual más discutible, los emergencistas de la redacción se abalanzan sobre el hueso y lo transmutan en notición inapelable.
¿Qué clase de prensa es esta que sigue pegada a las pantallas de la TV, como en los tiempos de Montesinos y su fábrica de primicias lucarianas?
Resulta que un tipo intenta sobornar a una testigo que ya ha demostrado ser implacable en contra de Ollanta Humala. Y el tipo es tan cretino que no sólo se cita en un parque con la otra parte sino que no revisa a su interlocutor o a sus acompañantes en busca de la clásica cámara “de investigación”.
Y no sólo eso: menciona, además, al proveedor de los 20,000 dólares con que intenta sobornar. Resultando, como dicen en la PNP, que el proveedor de los 20,000 dólares es amigazo de Ollanta Humala. ¡Es decir! ¡Mejor lo haría el guionista de Esta sociedad!
Y a ese cocinado de bofe, a esa primicia que sólo puede entusiasmar a los Hume y a su olfato de eterna constipación, le dan un montón de diarios la primera plana. ¿Y Yanacocha, que demuestra que no hay por qué volver a los máuseres?
Nada en primera. Una nota pequeñaja adentro. Como si los cacasenos de turno se decepcionaran de solución tan civilizada y tan incruenta.
Es como en los tiempos del célebre Raúl Villarán, el inventor de la pacotilla periodística. Cuando no había sangre fresca de la que dar cuenta ni cadáveres en las marquesinas del día, Villarán daba la orden:
–¡Saquen un muerto de la refrigeradora!
Y extraían al interfecto del archivo: un homicidio célebre vuelto a contar con todo el chimichurri del buen cronista.
Después está lo de Agustín Mantilla diciendo lo que dice todo tipo como él: que cumplió órdenes, que fue leal pero que no puede dar más detalles. ¿Qué pruebas aporta? Ninguna.
Es la palabra de un hombre despojado del honor público por sus propios actos, pero no importa: lo dice la tele, donde la idiotez compite con el amateurismo.
Y como lo dice la tele, allá van las jaurías hambrientas de sobras a disputarse la misma perdiz de utilería. ¡Si serán brutos, oiga usted! ¿No ven que la noticia era al revés? La noticia hubiera sido que Mantilla no dijera que sólo cumplió órdenes.
Desde el estrangulador de Boston, que acataba órdenes de su esquizofrenia, hasta el almirante Massera, que serruchaba piernas cumpliendo mandatos de Videla, todos los culpables –juicio de Nüremberg dixit– han dicho siempre lo mismo.
Y cuando de robos se trata, hasta el coronelito Manuel Contreras, que dirigía la DINA, ha dicho que sólo hizo lo que hizo obedeciendo a su general Pinochet.
Yanacocha no es noticia. El soborno montadazo, sí. Y la frase cobardona y sin pruebas de Mantilla, también. O sea que el periódico de los lunes lo hace la tele de Forrest Gump.
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