sábado, agosto 26, 2006

Redentor de excrementos

Alberto el Grande no fue un rey conquistador sino un monje dominico próximo al mito y convertido a las ciencias ocultas. Podría haber vivido en el siglo XVI, rodeado de misterios y obsesionado con algunas facetas de la alquimia, pero lo más probable es que se tratara de un personaje incierto detrás del cual se ocultaba todo un colectivo.

Lo real es que con el nombre de Alberto el Grande salieron, en el último tercio del siglo XIX, una serie de libracos raros plagados de consejos sucios y fórmulas salvadoras para casi todos los males del cuerpo y el espíritu.

La editorial catalana Tinta Fina, empeñada en republicar facsimilarmente libros inverosímiles, ha publicado el que sería el más buscado de los mamotretos de Alberto el Grande: Los admirables secretos…, aparecido alrededor de 1850, y simultáneamente, en México, Buenos Aires y Barcelona.

Hacía mucho tiempo que un libro estrafalario no me hacía reír tanto y quisiera compartir con mis lectores algunas de las sugerencias de este grafómano sin par.

Una de sus especialidades, por ejemplo, era redimir el excremento, de modo que nada se desperdiciara y que toda materia, sin parar mientes en olores o sabores, pudiese sernos de plena utilidad y hasta de uso terapéutico.

Así, Alberto el Grande recomienda caca de ratón, mezclada con miel, para hacer crecer el pelo “en cualquier parte del cuerpo”; defecación de oveja, remojada en vinagre, para verrugas y forúnculos; estiércol de cabra, mezclado con harina de cebada y en forma de cataplasma, para tumores y durezas de rodillas y, juntada a la manteca fresca y al aceite de nueces.

Inmejorable para los panadizos; mierda de ganso diluida en vino blanco y tomada durante nueve días, a dracma por día, como curalotodo anímico y vitaminoso; boñiga de vaca, servida en hojas de parra y calentada entre cenizas, para la ciática; mezclada con vinagre, excelente para hacer supurar las glándulas escrofulosas; y servida frita a la sartén, adjunta a flores de camamila, rosas y melisa, milagrosa para los brazos lastimados.

Coprófago clínico, coprocultor, mierdero tenebroso, Alberto el Grande parece haber dedicado parte de su vida a estremecerse el paladar y el estómago con las exigencias más atroces.
Sostiene que aún mejor que la bosta de vaca es la de ternera, también frita en aceite de oliva, y que la excrecencia sólida de las torcaces, mezclada “con grana de berros”, es insuperable “para el dolor del hueso isquión”, así como, asociada a dos dracmas de mostaza, resulta buenísima como desinflamante de bubas.

Hasta la vulgar porquería de las gallinas puede ser salvadora para impedir el envenenamiento de las setas –apenas detectado, claro– y ni qué decir del mismo producto, chocolateado con melaza, para curar la sofocación; usado como emético es bueno para el empacho grave y, convertido en emplasto frío y aceitoso, indicadísimo para las quemaduras de leves a moderadas.

La caquita del lagarto pequeño tiene también su rol, aunque este es cosmetológico más que estrictamente medicinal. Mezclada con huesos ciáticos vacunos, tártaro de vino blanco, raspadura de cuerno de ciervo, coral blanco y harina de arroz a partes iguales, se obtiene una crema que ya hubieran querido los químicos de Lancome. Alberto el Grande precisa sus beneficios: “porque quita todas las arrugas, blanquea toda la piel, da tinte sonrosado a la carne y hace agradables a las damas”.

No hay materia que Alberto Grande no convierta en mejunje providencial, no hay orina que deba desperdiciarse, no hay cáscara que sea desechable ni comején que debiéramos mirar por sobre el hombro. Hasta la saliva humana, sobre todo la de la mañana –“cargada de acrimonia”, subraya este sabio que cita a Galeno y a Aristóteles– resulta prodigiosa para matar reptiles venenosos. Él mismo afirma haber matado áspides con un bastón untado en saliva mañanera.


La naturaleza es una botica y las secreciones son tubos de ensayo, fórmulas magistrales con aspecto de pichi o caca, milagros nauseabundos. Las lombrices de tierra, confitadas y aplicadas a los nervios cortados, reconectan uniones y, con grasa de pato, “apaciguan los dolores de oído”.

Pero Alberto el Grande no se satisface si no llega hasta el fondo de su propia miseria consoladora: en la página 126 de su recetario de inmundicias afirma, con pruebas que dice tener, que no hay nada mejor para expeler lombrices y tenias –“sin apercibirse de ello”– que un vaso con chinches nadando en vinagre fuerte.

Y si la carcoma de la madera tampoco es despreciable porque detiene la podre de las pústulas; o el hollín, quemado a la lámpara, imprescindible para las fluxiones acuosas de los ojos, el seso de la liebre precipita la salida de los dientes en los niños que sufran de ese atraso.

Para darnos una pista de su antigüedad, Alberto el Grande se permite estas líneas autobiográficas: “El año 1535 muchos murieron de disentería en Nápoles; yo curé más de 300 haciéndoles beber polvo de caracoles tostados, mezclados con moras de zarza, pimienta blanca y agallas secas pulverizadas”. Es una de sus pocas recetas exoneradas de productos de algún tubo digestivo.

En fin, si hasta hace unos días creí, como muchos de ustedes, que éramos lo máximo en el asunto del jarabe de culebra y el zumo de rana bestialmente acabada de licuar, que éramos el pueblo de los hueseros y los brebajes que te abrevian la vida, es que no había leído a Alberto el Grande.

3 Comments:

Blogger Peruaner brauchen Dich! said...

Ok, buen dato. A todos mis pacientes neuróticos:
3,6gr/die Caca de ganso x 9 días
(equivalente aprox de un dracma medicinal)... seguro tengo un éxito rotundo, se curan todos! Y lo mejor:aqui hay harto ganso.

11:13 a. m.  
Blogger Peruaner brauchen Dich! said...

Buen dato! Desde el lunes, a mis pacientes neuróticos
3,6gr Caca de Ganso/die x ) días...
eso va a ser un éxito rotundo. Se van a curar todos. Lo mejor, es que aquí hay harto ganso. Adios PROZAC.

11:17 a. m.  
Blogger FANNY JEM WONG M said...

Resulta un tema nauseosamente interesante y jocoso, tal cual es presentado. De Alberto el Grande, se ha escrito mucho, por su talento y por llegar a ser uno de los mayores doctores de su tiempo .Se dice que al envejecer se volvió estúpido “que fue transformado de asno en filósofo y de filósofo el asno”.No es de sorprender, que en la búsqueda de remedios mágicos, experimentara con todos los elementos que tenía a la mano, incluyendo la mierda. Es más, muchos dentistas a la actualidad recomiendan cepillarse los dientes con la primera orina, para blanquearlos a cero costo y algunos dermatólogos dicen que si uno tiene manchas en la piel, la orina es un buen exfoliante ¿Sería cosa de probar, no lo cree?
Gracias por compartir su escrito
Fanny Jem Wong

10:25 a. m.  

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