lunes, agosto 21, 2006

Un país sin disco duro

Propongo a Carlos Álvarez como ministro. Él decía que los que no pensaban como Fujimori eran también una bomba de tiempo. Y lo decía en el canal del Estado, o sea en la acequia de aquellos tiempos.

Claro que no lo decía con esas palabras sino que lo profería con humor, parodiando cruelmente a quienes nos enfrentábamos a Fujimori, enlodando a los líderes de la oposición y lanzando lodo teledirigido por los orificios de su versátil humanidad.

Inimputable, prescribible y cínico, Álvarez encarna la pantalla de Baruch Ivcher con exactitud, la mentalidad criolla con talento y la capacidad de olvido con esmero. Es, por lo tanto, un buen partido, un ministeriable.

Propongo a Luis Bedoya de Vivanco como contralor general de la República. ¿Qué recibió 25,000 dólares de Vladimiro Montesinos? Pues él también merece el beneficio de la segunda oportunidad y el enema milagroso del olvido.

Propongo a Agustín Mantilla como presidente del Banco de la Nación. ¿Qué pecó gravemente y, al parecer, en nombre de otros? Sí, ¿pero por qué no habría de alcanzarle algo de esa amnesia con la que el Perú premia a sus mejores truhanes?

Y sigo proponiendo: Vladimiro Montesinos al INPE, Alfredo Jalilie a la embajada en el Vaticano, PPK modestamente a OSINERG, Beto Ortiz al ministerio de la mujer, Marco Antonio Arrunátegui al INABIF, Alfredo Bryce, el plagiario, al INDECOPI; y así por el estilo.

Porque este es el país que carece de memoria. Y, por lo tanto, carece de historia.Como los mamíferos guturales y bípedos que somos, los peruanos rebobinamos cada siete días nuestro almacenaje de experiencia, pues en eso consiste, más o menos, el asunto de la memoria.
Por eso podemos tropezar con la misma piedra y caminar en círculo con esa cara de sonámbulo que nos caracteriza. El Perú es un país sin disco duro.

Para decirlo como el filósofo Eddie Fleischmann: el “biotipo” del peruano es un Toledo preguntando quién es y dónde está, qué pasó en los últimos días, en las últimas semanas, en los últimos años.

El “biotipo” del peruano es un compadrito sin esquina rosada y atragantado sólo de presente.
Por eso seremos siempre reincidentes. Y la miseria moral que aquí campea demanda la terapia del olvido: el ladrón de ayer es hoy editorialista. El rufián de antier dicta hoy cátedra. La basura se recicla.

Por eso el punto de oro y sus vírgenes de quirófano. Por eso aquello de la segunda oportunidad y “a la tercera (que ya es la sexta) va la vencida”. Un champancito, hermanito, que si hasta Dios perdona ¿qué nos queda a nosotros?